Villanueva-Rampalay

Entre la habitual vegetación de ribera aparece un excepcional puente medieval que desde el siglo XIII cruza el río Ebro; un elemento vital en las comunicaciones a lo largo de la historia.  

Una densa vegetación conformada por quejigos, robles, encinas y pinos rodea al primitivo núcleo que vio aumentar su tamaño con casas de indianos. A mediados del siglo XX, la fiebre del oro negro convirtió este lugar en un centro de actividad relacionado con la prospección de petróleo, aunque no llegó a extraerse. Aún hoy en día pueden verse arenas bituminosas cerca del pueblo.


Procedente del municipio de Los Altos, el sendero GR-99 Camino Natural del Ebro atraviesa el río y continúa por la ribera de Zamanzas hasta un poco antes del molino de Barriolacuesta.  

Villanueva Rampalay y su puente medieval

Antes de la construcción del cercano Embalse de Arija, el curso del río Ebro no estaba controlado por la acción del hombre. Atravesar el curso del río no era una labor nada fácil para los medios de transporte existentes en épocas pasadas, ya que entre ambas orillas hay una distancia media cercana a los veinticinco metros.


La construcción de este espectacular puente medieval en el siglo XIII fue toda una obra de ingeniería. Posiblemente el puente se construyó sobre otro existente, lo más seguro que de época romana. Este puente fue vital en las comunicaciones de la época, que hizo de esta población un punto de referencia en la comunicación de estos valles. 


Los puentes más próximos son los de Pesquera de Ebro y un cercano puente de estilo popular que unía Barriolacuesta y Robredo de Zamanzas con la otra orilla donde se localiza Tubilleja.


Realizado en piedra en su totalidad este puente medieval cuenta con siete vanos visibles y una llamativa estructura por su pendiente. El ojo central, por el que más caudal discurre, es el que más nos sorprende por sus grandes dimensiones. Este vano cuenta con un arco apuntado que parte desde ambos pilares, con aliviaderos cegados y tajamares que finalizan en forma triangular. Esto permite ejercer la mínima resistencia a la fuerza del agua, impidiendo a la vez que se atraviesen troncos de árboles u otros elementos que pudieran oponerse a la fuerte corriente del río. Los arcos laterales también funcionan como aliviaderos, que permiten que pase la corriente de agua en época de crecidas.


A finales del siglo XX se rehabilitó esta construcción medieval. También se construyó un nuevo puente que permite la circulación de casi toda clase de vehículos.