¿Qué es el Ebro Escondido?
Al levantarse la niebla matinal se descubre un sorprendente paisaje cargado de magia. Torres, palacios, pueblos, iglesias de otros siglos aparecen ante nuestros ojos. Y al fondo, presidiendo de este escenario único, entre verticales hoces calizas, se escucha el agradable sonido de unas aguas que no quieren abandonar este territorio. Es el Ebro.
Tras comenzar su larga aventura hacia el Mediterráneo, el río más caudaloso de España afronta su tramo más complicado. Aquí, entre los páramos de Las Loras y las sierras de La Tesla y Tudanca, han pasado miles de años para que el río Ebro pudiera abrirse paso por esta compleja orografía burgalesa.
El Ebro, ese río que parece esconderse detrás de una tupida y variada vegetación ribereña, ha modelado un paisaje único y espectacular: una serie de verticales desfiladeros alejados del mundanal ruido. Hoy, dadas sus características naturales, culturales y humanas, estos valles se encuentran protegidos bajo las figuras de Parque Natural de las Hoces del Alto Ebro y Rudrón y Zona de Especial Protección para las Aves de la Sierra de la Tesla.
Aquí, en el contrastado relieve de bella comarca de Las Merindades, dónde el río Ebro y su compleja red tributaria son los principales protagonistas, se encuentran los Valles de Zamanzas, Manzanedo y Valdivielso. Tres municipios con un denominador común: El Ebro Escondido.
La naturaleza en estado puro
En su larga aventura hacia el Mediterráneo, el Ebro, el río más caudaloso de España, afronta su tramo más complicado entre las parameras de Las Loras y la sierra de Tudanca.
El Ebro ha empleado miles de años para modelar este paisaje espectacular y único: una continua sucesión de desfiladeros que permiten a las aguas del río acceder a amplios y verdes valles cubiertos por una frondosa vegetación.
Los tupidos bosques del Valle de Zamanzas, formados por quejigos, encinas y pinos, dan paso a espacios más abiertos donde los pastos ganaderos, conviven con pequeñas extensiones agrarias y bosques de encinas, robles, hayas y pinos del Valle de Manzanedo. Hoy, este conjunto de sierras y valles está declarado y protegido bajo la figura del Parque Natural de las Hoces del Alto Ebro y Rudrón.
La naturaleza en estado puro
Y el río sigue su curso abandonando Zamanzas y Manzanedo y enfrentándose a otro complejo paso por la sierra de La Tesla para adentrárse a traves del desfiladero de los Hocinos en el mágico Valle de Valdivielso. Aquí los campos salpicados por cultivos cerealistas y frutales dominan el medio natural.
Por sus valores naturales este valle, fue declarado LIC (Lugar de importancia Comunitaria) y ZEPA (Zona de Especial Protección para las Aves).
Nos encontramos en un espacio de transición bioclimática, donde se permite la convivencia de especies propias de los bosques de ribera, como el chopo, el sauce o el aliso, con otras mediterráneas, como el quejigo, la encina o el arce, y otras atlánticas como el haya y diferentes variedades de roble. Y en los desfiladeros existe una vegetación peculiar, donde aparecen especies como el boj y el madroño.
Entre los bosques del fondo de los cañones habitan un gran número de especies animales como el corzo o el jabalí, el zorro, la gineta y el tejon. Las escarpadas paredes rocosas sirven de refugio para el águila real, el buitre leonado, el águila perdicera, el búho real, el alimoche y el halcón peregrino, entre otros.
Patrimonio
Estos valles han estado poblados desde tiempos muy remotos. Y existen numerosos testimonios de ello, en asentamientos humanos y yacimientos arqueológicos. El dificultoso acceso a este territorio ha favorecido su conservación.
En el siglo IX se ocupan cuevas y abrigos; se excavan minúsculos eremitorios en los más apartados rincones.
Un emplazamiento estratégico que favorecía el continuo control sobre el territorio, fue una de las principales razones para levantar las primeras construcciones defensivas. Como si de un cuento se tratara, dispersos por estos valles encontramos los restos de varios castillos y torres defensivas que hoy nos trasladan al proyecto de “Castilla”.
Durante el siglo XI el cercano Monasterio de San Salvador de Oña extiende su dominio y protección sobre estos tres valles. En este momento, Valdivielso pasa a formar parte del Concejo Mayor de las Merindades de Castilla la Vieja. Sus regidores, para decidir el futuro de la Merindad se reunían bajo una encina, en la e las Merindades de Castilla la Vieja. Sus regidores, para decidir el futuro de la Merindad se reunían bajo una encina, en la Dehesa de Quecedo.
Y comienza la construcción de las primeras iglesias románicas, algunas son verdaderas joyas artísticas, como San Pedro de Tejada. Entre los siglos XI y XII se levantan otros templos románicos de gran valor artístico como Valdenoceda, El Almiñé, San Miguel de Cornezuelo, Crespos, San Martín del Rojo o Robredo de Zamanzas.
A la sombra de pueblos y de pequeñas joyas románicas, se levantó un monasterio que dominó una gran extensión territorial. Se trata de Santa María de Rioseco, un monasterio ubicado en el Valle de Manzanedo, a escasos metros del río Ebro. Durante las últimas décadas ha sido un símbolo del abandono, y hoy, gracias al voluntariado se está recuperando y poniendo en valor.
Patrimonio
A lo largo de la historia, estos valles fueron un lugar obligatorio para el paso de mercancías entre los páramos castellanos y el mar Cantábrico, como lo atestiguan las calzadas y puentes existentes todo el territorio. El comercio y transporte de la lana tuvo una gran importancia durante varios siglos.
En los siglos XIV y XV, el conflicto por el poder local era continuo. Sobre todo en Valdivielso, se levantaron, numerosas torres defensivas caracterizadas por su planta cuadrada o rectangular, varias plantas de altura, gruesos muros con escasos vanos donde solo se abren ventanas geminadas o saeteras, un cuerpo superior almenado y en ocasiones, los escudos de los linajes a quienes pertenecieron.
Y llegó la calma y bonanza económica. Los linajes más poderosos reformaron las torres defensivas y levantaron palacios y sólidas casonas que mostraban en sus fachadas elementos de nobleza y blasones. Mientras los núcleos de población se fueron asentando.
La arquitectura popular sintetiza los elementos traídos del norte y de los páramos, dando lugar al modelo de casa montañesa que se aclimata a las condiciones del lugar. Un modelo que responde a una construcción de planta rectangular, con una o dos alturas, con gruesos muros de piedra de mampostería encalada y escasos vanos que aparecen recercados por sillar, al igual que en las esquinas de las casas, y con un tejado a dos o cuatro aguas. En algunas ocasiones, un gran portalón de dos hojas de madera, cubierto por un tejadillo, es el que permite el acceso a un patio anterior a la vivienda principal.